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Cartas Cnticas

CARTAS FILOSÓFICAS

QUE BAJO EL SUPUESTO NOMBRE

DE ARISTÓTELES

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EL FILÓSOFO RANCIO,

en las que demuestra la insubsistencia y futilidad de la filosofía mo-
derna para el conocimiento de la naturaleza, su oposicion con los dog-
mas de nuestra santa Religion, sus perniciosas doctrinas contra las buenas
costumbres, y su influencia en el trastorno de los Gobiernos legítimos.

Las da á luz con las cuarenta y siete anteriores el Rmo. Padre Vicario.
General del Orden de Santo Domingo.

TOMO V.

CON LICENCIA.

MADRID: Imprenta de E. Aguado, bajada de Santa Cruz.

1825.

B

4568 · A47 1824

V. 5

Spanish

Melchor Garcia 73746PROLOGO

7-24-57

AL LECTOR.

El hombre à quien Dios se ha dignado distinguir.

con una alma grande, nunca debe tenerla en ocio, ni sepultar sus talentos en el abominable sudario de la pereza, para no echar sobre sí el espantoso castigo del siervo inútil. Estos principios tan interesantes cuanto religiosos, fueron todo el norte del Rmo. P. Mtro. Fr. Francisco Alvarado desde su niñez, con una valentía tan extraordinaria y generosa, que llegó á superar con mucho sus débiles fuerzas naturales, segun que ya queda indicado en el sucinto Epílogo de su vida. Toda ella fue un coutínuo tegido de tareas literarias, ya en prosa, ya en verso, con cuya amenidad y dulzura embelesaba á cuantos le conocieron y trataron.

Pero lo que mas llamaba la atencion á todos, era el ver que aun de mero estudiante en el claustro ya se electrizaba, sin poder contenerse, en rebatir con su pluma á los Espíritus fuertes de sus dias, que como si no tuvieran á quien temer, ya principiaron orgullosamente á mandar nuestro patrio suelo con su enmascarada filosofía, bajo los en

IV

gañosos pretextos de ilustrarle, cuando no eran otras sus miras tortuosas que corromperle.

Bien á fondo llegó á conocerlas el P. Mtro. Alvarado, y no una vez sola vertiendo lágrimas se quejó de sus rápidos progresos, anunciando con reiterados suspiros los fatales desastres que amenazaban á nuestra adorable Religion, á la Iglesia y al Estado, á no cortarse en su raiz esta hidra venenosa que insensiblemente nos iba carcomiendo, ó este cancer pestifero que ya habia principiado á fermentar toda la masa de la Nacion mas religiosa. Así es, que solia decir frecuentemente con su salado chiste: Que aunque era feo y ridiculo para ceñir sus lomos con una espada de buen soldado, nunca le faltaria una mala pluma y peor tintero en el claustro religioso con que batirles en brecha todo el resto de su vida, aunque tan inútil y desastrosa su persona para empresas de tanto tamaño. Así lo realizó hasta de las rabiosas y tenaces amenala muerte, á pesar de las rabiosas zas de sus émulos, sintiéndola solo porque dejaba de perseguirlos.

No son pequeño testimonio de este su agigantado zelo en defensa del Altar y del Trono las beneméritas Cartas de los cuatro tomos anteriores, que lo harán inmortal en el catálogo de los sábios por todos los siglos venideros. Mas ya que no sea posible dar á la prensa otra inmensidad de escritos en

toda clase de erudicion, con que sabiamente trató de instruir al Público contra las fanáticas máximas, y continuos desbarros de los negros novadores, hemos creido que no le desagradará el leer las doctas y eruditas Cartas que tituló de Aristóteles, bastante conocidas en el orbe literario, y que escribió muy jóven; por cuya causa se ha tratado ahora de darlas á luz pública, instándolo repetidamente muchos verdaderos sábios que las admiran, para no defraudarle de tan notorio mérito, y con cuya amena leccion no podemos dudar quedarán los lectores bastante complacidos.

Otra ventaja muy superior nos prometemos con la publicacion de estas Cartas. Notorios son á todos los hombres sensatos los estragos y ruinas que ha ocasionado desde mitad del siglo anterior la filosofía moderna en la religion y en las costumbres. Deseosos algunos de los llamados (por equivocacion) Espíritus fuertes de sacudir el yugo que la religion revelada imponia á sus pasiones licenciosas, trataron de romper este freno, y atropellar todos los respetos debidos á Dios y á los hombres, para entregarse impunemente á la disolucion de su corazon pervertido. Con este objeto comenzaron á desechar la necesidad de la divina revelacion para regular las acciones del hombre y de la sociedad, atribuyendo y concediendo á la débil razon humana los derechos que no te

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