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Millares de fanegas en tus eras
Cada cosecha trillarás y esperas
Que por eso en tu vientre

Mas que en el mio acaso quepa y entre ?
Serás como el esclavo, que aunque carga
El talego del pan que le ha tocado,
No logra se le dé racion mas larga
Que á los esclavos que no llevan carga.
Dime, pues, ¿qué cuidado
Tendrà el hombre que vive

Dentro de aquellos limites prudentes
Que la naturaleza le prescribe,
De que las aranzadas

De sus tierras aradas

Por centenares ó por miles cuentes?
Dirás que es mucho gusto

Sacar de un monton grande; y yo replico
Que si tú me consientes

Otro tanto sacar de un monton chico,
No hallo motivo justo

Para alabar tus trojes mas que el cesto
Eu que yo de mi pan tengo el repuesto.
Lo mismo es que si acaso

Algun cántaro de agua ó bien un vaso
Solo necesitaras, y dijeras:

Al rio voy por ella, y no á la fuente.
Asi, cuando se lleva las riberas
El impetu del Aufido, igualmente
Al codicioso arrastra y precipita,
Que inutil redundancia solicita :
Pero quien se contenta, como debe,
Con lo que necesita,

Ni turbia con el cieno el agua bebe,
Ni se expone à que el rio se le lleve.
Con todo una gran parte de los hombres,
Que engañada se envicia

En la tenaz codicia,

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«

Que en Hegando á mi casa

"A solas me complazco y congratulo,

« Cuando atenta repasa

«Mi vista los dineros que acumulo. Tántalo apenas toca

Con el labio sediento

El agua que va huyendo de su boca......
¿De esto te ries? Pues aplica el cuento
Que si el nombre de Tántalo se muda
Te viene bien la fábula sin duda.
Cuando, por todas partes rodeado
De hacinados talegos de dinero,
Te acuestas, ó insaciable cicatero,
Te ves á no tocarlos precisado,
Cual si fuera un depósito sagrado,
O á gozarlos del modo

Que se suele gozar une pintura.
¿No sabes el valor y el uso todo

Del caudal? compra pan, vino, verdura,
Y algunas otras cosas sin las cuales
Viven incomodados los mortales.
Pero en vela pasar noches y dias

Entre continuos sustos y agonias,
Poniéndote en cuidado

Ya ladrones; ya incendios, ya un criado
Que te robe y se ausente

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¡Muy buena diversion es ciertamente!
Jamas el cielo quiera

Que sea rico yo de esta manera.
Mas dirás que si un recio constipado,
U otra cualquier especie de accidente
Te postra en cama, sabes que á tu lado,
Siendo hombre de dinero, tendrás gente
Que remedios te aplique,

Y al médico suplique

Te vuelva la salud, que tanto importa
A tus hijos y amada parentela.
Bien al contrario: tu muger no anhela
Sino que tengas una vida corta ;
Y lo propio tus hijos te aborrecen
Vecinos, conocidos, mozos, mozas :
Y cuando preferibles te parecen
Las riquezas que gozas

A todo lo demas, ?acaso extrañas
No hallar entre el concurso que te asiste
Un afecto que nunca mereciste?
Sabe, pues, que te engañas

Si, no poniendo cosa de tu parte,
Piensas en conservar y asegurarte
La amistad y fineza

De deudos que te dió naturaleza.
Tu tiempo perderás, como el ginete
Que en el campo de Marte
Pretenda que un borrico se sujete
Al mando de la rienda,

Y el galopar del picadero aprenda.
Basta de atesorar mas no desees;
Y al paso que ha crecido tu riqueza,
Ve temiendo ya menos la pobreza;
Que pues al fin posees

Aquello á que aspiraban tus anhelos,
Razon es descansar de esos desvelos.
No te suceda un dia

Lo que le sucedió (breve es el cuento)
A un tal Umidio. Fue tan opulento
Que á celemines su caudal media,
Tan misero, que trage mas decente
No solia gastar que el de un sirviente.
Hasta el último punto de su vida

El desdichado recelando estaba
Que moriria de hambre sin remedio;

Pero, mas esforzada y atrevida

Que las hijas de Tindaro, una esclava

Le partió con un hacha medio á medio......

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¿Es posible que nadie esté eontento,
(Y mucho menos el ansioso avaro)
Con su fortuna actual? Que envidien todos
A los que viven de otros varios modos ?
Que se consuman si la cabra agena
Tiene la teta de mas leche llena ?
?Jamas ha de haber uno que repare
Que en mas copioso número se cuentan
Los que mayor pobreza experimentan ;
Que alguna vez con ellos se compare,
Y que siempre no anhele

Ser mas que este y que el otro? Como suele
En los públicos juegos, al instante
Que desde la barrera

Los carros parten con veloz carrera
Aguijar sus caballos cada uno

Para pasar á los que van delante,

Sin que el carro que atras queda distante
Le dé cuidado alguno :

Asi, quien en ser rico mas se afana,
Siempre halla otro mas rico que le gana.
De aqui nace que apenas hay sugeto
Que diga haber vivido felizmente ;

Y

que al fin, cuando el plazo ve completo De sus años, con ellos se contente, Saliendo de esta vida,

Como aquel convidado que repleto
Sale de alguna expléndida comida.
Pero basta, Mecenas ya no añado
Ni una sola palabra, temeroso

De que pienses, al verme tan pesado,
Que del autor Crispino el legañoso
Los largos cartapacios he robado.

SATIRA VIII, LIBRO PRIMERO.

TRADUCCION DE BARTOLOME LEONARDE DE ARGENSOLA.

Yendo por la via sacra acaso un dia (Como tengo costumbre) embebecido Del todo en cierta burla ó niñeria,

Encontré con un hombre conocido Solamente de nombre, que llegado A mi se para, y de mi mano asido

Me pregunta, poniéndose á mi lado, ¿Cómo va, señor mio? yo le digo: Bien por cierto, señor, y á su mandado.

No me dejó por eso, antes conmigo
Se vuelve, y viendo yo que me seguia,
Dije primero quereis algo, amigo?

Entonces respondió: lo que queria
Es que me conozcais, señor, os pido,
Porque soy hombre docto en la poesia.
Por eso sereis vos en mas tenido
De mi, le dije y procurando vermc
De él con alguna traza desasido,

Comienzo á andar aprisa, y detenerme,

A hablar al oido á mi criado ;
Mas no pudo algo de esto socorrerme.
Vinome luego un trasudor helado

Por todo el cuerpo, y dije: ¡0 cuan dichoso
Es, Bollano, tu humor y desenfado!
Entretanto un momento el enfadoso
La boca no cerró jamas, loando,
Las casas de aquel barrio suntuoso.

Como me vió que à todo iba callando,
Dijo, ya, ya, señor, bien os entiendo,

Que apartaros de mi vais procurando.
No os aprovecha pues, que yo pretendo
No dejaros á vos tan solo un hora;
A donde vais os tengo de ir siguiendo.
Pasado el Tiber voy, le dije, agora,
Y he de ir sin vos á ver un forastero,
Que junto del jardin de César mora.

No importa que esté lejos, bien ligero
Me siento, dice, y bien desocupado :
No. porfieis, que acompañaros quiero.

Yo entonces, cual rocin flojo y cansado,
Que echándole la carga se derrenga,
Estuve por caerme de mi estado.

El hablar siempre y dalle, agora venga
A cuento lo que dice, ó al contrario:
Al fin comienza asi una larga arenga.

Bien entiendo que en tanto à vuestro Vario
No estimariais ni à vuestro Visco, cuanto
A mí, si yo os tratase de ordinario.
Porque pregunto yo quién sabe tanto
De versos y de hacerlos con presteza?
Y ¿quién sabe cantar como yo canto?

Y quién danza con tanta ligereza ? ¿Quién sino yo ȧ Hermógenes prudente Hizo tener envidia á su destreza?

Parecióme aqui tiempo conveniente
Para atajar su arenga, preguntando:
¿Teneis padre, señor, algun pariente?
Respondió entonces con semblante blando :
No, que á todos los tenga sepultados,
Ninguno ha ya quedado de mi bando.

¡Dichosos, dije, y bien afortunados!
Yo solo quedo agora; hoy es el dia
Que me está amenazado por los hados:
Porque siendo yo niño un ama mia,
Grande adivina, me sacó la suerte
De un cántaro, y cantó esta profecia.
A este niño le dará la muerte
No dolor de costado ó calentura,
No veneno, no tos, no espada fuerte.
Un parlero ha de ser su sepultura:
Huya pues de parleros con cuidado,
Y mas cuando llegare á edad madura.
Era tarde, y habiamos llegado

:

Al santo templo de la diosa Vesta,
Y diceme señor, yo estoy citado.
Esme forzoso parecer en esta
Audiencia; no me os vais, que luego salgo,
No tardaré un momento á dar respuesta.
Dios me destruya, amigo, si yo valgo
Para pleitos, le dije, y si tenerme
Puedo en los pies; mirad si mandais algo.
Que yo voy donde os dije, y detenerme
No seria razon: diceme luego :
Dudoso estoy, no acierto á resolverme.

Si el pleito dejo, pierdo mi sosiego;
Si os dejo á vos, tambien; no sé qué haga.
Dejadme, dije, á mi, por Dios os ruego.

No hayais miedo, que en esto os satisfaga, Dijo, y comienza á andar: yo tras él sigo, Que el porfiar me es dura y mortal plaga.

Entonces ¿cómo os va con vuestro amigo
Mecenas? dice. ¡0 cuán avisado,
Y de gente vulgar cuán enemigo?
Nadie con él tan bien se ha gobernado
Como vos; pero tengo confianza-
Si haceis que me reciba por criado,
Que yo seré segundo en la privanza,
Y acudiria à vuestras pretensiones

Tan bien, tan sin descuido y sin tardanza,

Que a todos los privados y mandones
Desprivȧrades vos muy fácilmente,
Sin admitir Mecenas sus razones.

Sabed, le dije, que es muy diferente
De lo que vos pensais lo que se usa
En esta casa grande y excelente.

Alli todo es virtud, ninguno acusa
Al otro; todos viven con contento;
No hay cosa fuera de orden ni confusa :

Ni el rico al pobre da desabrimiento,
Ni el que es mas sabio á mí me daña nada,
Cada cual tiene alli su propio asiento.

Gran cosa me contais y poco usada, Me dice, y para mi casi increible: Dije, pues es verdad averiguada.

Poneisme, dijo, un ansia no creible
De servir á tal hombre; pues yo creo,
Dije, segun sois cuerdo y apacible,

Que con una palabra ó un meneo
Con Mecenas hareis, segun es blando,
Que huelgue de cumplir vuestro deseo;

Y aunque vereis, cuando lo vais tratando,
Que al principio es dificil y severo,
Lo vencereis al fin perseverando.

Dejadme, dijo, hacer, porque el dinero Es gran persona, y con algun presente Un page grangearé ó algun portero,

Que me metan en tiempo conveniente

A hablar á Mecenas; y si hubiere
Hoy en hacello algun inconveniente,
Volveréme mañana, y si supiere
Que está fuera de casa, iré corriendo
A acompañarle al tiempo que volviere.

Yo buscaré mil trazas, porque entiendo Que no hay bien sin trabajo, y que conviene Al negociante nunca estar durmiendo.

Estando en esto, veis aqui do viene Fusco Aristio mi amigo, que entendido El humor de aquel hombre muy bien tiene. En juntándonos, sed muy bien venido,

El uno dice al otro. Yo, pensando
Ser de él en aquel trance socorrido,
Tirole de la falda, y apretando
Sus manos con las mias, le hacia
Mil señas con toser de cuando en cuando.
El con un falso sonreir fingia
No entenderme yo empiezo á congojarme
Con cólera y furor que me encendia.

Dijele al fin: ¿qué fue lo que hablarme Quisisteis hoy? quereis que lo tratemos? Que agora bien podré desocuparme.

Bien, dice, ¡ qué! mañana nos veremos: Hoy es fiesta solene entre la gente Hebrea, y no es razon los enojemos.

A mi, dije, ningun inconveniente Es no guardarla, porque nunca he sido A tales religiones obediente.

Yo si, porque no soy tan atrevido, Dijo, y por tanto perdonadme agora, Mañana os hablaré, si no me olvido.

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O desdichada, dije, y triste hora,
En la cual sali hoy á pasearme,
De tantas pesadubres causadora!

Al fin él hubo de irse, y de dejarme
Con mi importuno; mas al mismo instante
Me vino Dios á ver y á libertarme ;

Que acaso su contrario el pleiteante,
Que para entonces lo tenia citado,
Lo vió venir, y con feroz semblante,

¿ Dónde vais vos, tramposo y desalmado? Le dijo, y vuelto á mi, me dice: amigo, ¿Quereis serme testigo? De buen grado,

Le dije, yo os seré muy buen testigo. Entonces do el juicio y juez habita, Forcejando lo lleva al fin consigo.

Y de una y otra parte anda la grita; Llévanmelo ante el juez, yo quedo solo; Acude al vocear gente infinita,

Y asi me libró de él el dios Apolo.

EPITRE AUX PISONS.

TRADUITE PAR M. RAGON.

Dans les jeux insensés d'un bizarre pinceau,
Qu'un art capricieux sur le cou d'un taureau
Place une tête humaine, et qu'un brillant plumage
Orne la nouveauté de ce fol assemblage;
Ou qu'un buste de femme aux contours amoureux
S'alonge et se termine en un poisson hideux:
Sans doute vous rirez de ces confus mélanges.
Riez donc, chers Pisons, de ces livres étranges,
Rêves d'un cerveau creux qui, sans suite et sans art,
De membres discordants forme un tout au hasard.
Oui! l'audace est permise aux maîtres de la lyre :
Mais que leur liberté ne soit pas du délire;
Qu'elle n'accouple point le serpent et l'oiseau,
La rage et la douceur, le tigre avec l'agneau!
Tel début me promet un magnifique ouvrage :
Que trouvé-je souvent? Quelque brillante page,
Quelque riche lambeau, dont l'éclat imposteur
Déguise un fonds stérile aux regards du lecteur :
C'est l'autel de Diane, ou le bois d'Aricie,
Le ruisseau qui serpente à travers la prairie,
Le Rhin majestueux, ou l'écharpe d'Iris,
Ornements déplacés; donc, ornements sans prix.
J'admire ce cyprès: tu peins bien son feuillage;
Mais je t'avais payé pour peindre mon naufrage.
Que m'importe cet arbre? et peut-il dans les cœurs
Emouvoir la pitié que cherchent mes malheurs?
L'amphore que ta voix m'annonce avec emphase,
Quand la roue a tourné, n'est plus qu'un méchant vase
Je hais l'incohérence et l'inégalité :
La première des lois en tout, c'est l'unité.
En cherchant à régler l'essor de notre muse
L'apparence du bien trop souvent nous abuse:
Je tâche d'être court, et je deviens obscur;
Mon style est lâche et faible, évitant d'être dur;
Ce qu'on prétend grandir, parfois on l'exagère;
Je crains de m'élever, je vole terre à terre ;
Par un faux merveilleux variant ses tableaux,
Ce peintre nous figure un coursier dans les eaux,
Un dauphin dans les bois. Un artiste novice,
En fuyant un défaut, va tomber dans un vice.
Maint et maint ouvrier sur l'airain, tous les jours,
Des ongles, des cheveux, arrondit les contours;
Mais ces minces détails sont d'un talent vulgaire :
Qui ne sait faire un tout, ne saura point me plaire.
Pour moi, si j'aspirais au titre d'écrivain,

Me préservent les Dieux de cet esprit mesquin !

J'aimerais presque autant sous un sourcil difforme,
Entre de beaux yeux noirs, porter un nez énorme.
Cherchez-vous un sujet; habile à le choisir,
Examinez long-temps, méditez à loisir;
Qu'à votre ambition votre force réponde.
Sur ce choix éclairé tout grand succès se fonde:
C'est lui seul qui nous donne et la facilité,
Et le mot convenable, et l'ordre et la clarté.
Que cet ordre est puissant et beau dans un ouvrage !
Qu'on aime l'écrivain judicieux et sage
Qui, creusant son sujet, y discerne avec art
Ce qu'il dira d'abord, ce qu'il dira plus tard;
D'un goût exact et sûr choisit, ordonne, classe,
Et de tout se rend compte, et met tout à sa place!
Jamais d'un mot nouveau ne hasardez l'emploi,
Que la nécessité n'en ait fait une loi.

D'un rapport juste et neuf l'ingénieuse adresse
Peut d'un terme commun rajeunir la vieillesse.
Mais pour rendre une idée introduite en nos jours,
S'il faut un nouveau signe, osez lui donner cours;
Ou plutôt que la Grèce orne votre langage
D'un mot qu'un art heureux détourne à notre usage.
Ses trésors, où puisaient Plaute et Cécilius
Nous seraient-ils fermés? Virgile et Varius

Se verraient-ils exclus de ce commun domaine?
Moi-même, sur leurs pas glanant aux champs d'Athène,
Si je rencontre un terme utile à recueillir,
M'envira-t-on l'honneur de nous le conquérir,
Alors que tant de fois, croissant notre richesse,
Nos Ennius dans Rome ont transporté la Grèce ?
Frapper un mot nouveau qu'adopte le discours,
De tout temps fut permis et le sera toujours.
Comme d'un plant hâtif les feuilles printanières
Se fanent en automne et tombent les premières,
Ainsi tombent les mots; ainsi meuri chaque jour
Un terme usé par l'âge ; et voilà qu'à son tour,
Florissant de jeunesse, un autre le remplace.
Qu'ici-bas faiblement l'homme imprime sa trace!
Tout ce qui vient de nous est promis à la mort.
Qu'une royale main creuse ce vaste port
Où Neptune repose à l'abri des orages;
Que ce fleuve, aux moissons épargnant ses ravages,
Docile, apprenne à suivre un utile détour;
Que nourricier nouveau des cités d'alentour,
Ce marais, de son sein chassant son onde impure,
Appelle la charrue et s'ouvre à la culture:

Ces ouvrages mourront, car ils sont d'un mortel.
Et les mots brilleraient d'un éclat éternel!
Un terme nait, périt, renaît, suivant l'usage,
Qui toujours fut la règle et la loi du langage.
Homère nous apprit sur quel sublime ton
La brillante épopée, embouchant le clairon,
Devait chanter les rois, les héros et la guerre.
Voyez dans l'élégie, inconstante et légère,
Le distique inégal exprimer tour à tour
La douleur et la joie, et la haine et l'amour.
De ce mètre quelle est l'origine? On l'ignore:
En procès sur ce point nos savants sont encore.
Dans un rhythme énergique, enfant de sa fureur,
Archiloque s'arma de l'iambe vengeur.
L'un et l'autre théâtre adopta la mesure

De ce vers prompt, agile, aisé dans son allure,
Commode au dialogue, et de ses traits vainqueurs
Frappant au loin l'oreille au milieu des clameurs.
Sur vingt modes divers l'ode enseigne aux poètes
Comme on chante les dieux, les héros, les athlètes,
Du coursier triomphant la gloire et la fierté,
L'amour et ses dépits, le vin et sa gaité.
Chaque sujet demande un différent langage.
Poète, que ta muse en apprenne l'usage.
Aux faveurs d'Apollon garde-toi d'aspirer,

Si tu rougis d'apprendre, et non pas d'ignorer.
N'élève point Thalie au ton de Melpomène ;
Mais ne va non plus, sur la tragique scène,
D'Atrée et de Thyeste étalant le festin,
De Dave et de Simon chausser le brodequin.
Observons ce qu'en tout la convenance ordonne ;
Quelquefois cependant Thalie éclate et tonne,
Et, d'un fils libertin gourmandant les excès,
Prête un accent tragique au courroux de Chrémés.
Simple dans la douleur, Melpomène, au contraire,
S'abaisse pour se plaindre au langage vulgaire.
Télèphe dans l'exil, nous disant son malheur,
Pourrait-il de son deuil attendrir l'auditeur,
Si dans un vers pompeux sa douleur étalée
Emplissait de grands mots sa complainte ampoulée ?
Un poète est plein d'art, ingénieux, brillant;
Mais je veux plus encor, je veux qu'il soit touchant;
Et que, maître des cœurs, il séduise, il attire.
Vous pleurez, et je pleure; on rit, et moi de rire :
Tel est l'homme. Qui veut émouvoir ma pitié,
Dans mon émotion doit être de moitié.

Laisse couler tes pleurs, mes larmes y répondent,
Téléphe, et nos douleurs aussitôt se confondent.
Mais n'es-tu qu'un acteur, sans ame, sans transports,
Psalmodiant un rôle ; ou je ris, ou je dors.
Un discours menaçant s'allie à la colère,
A l'air de gravité le ton ferme et sévère,
Les ris à l'enjoument, la tristesse aux douleurs.
Des mouvements divers le germe est dans nos cœurs;
L'ame est émue ou calme, ou triste, ou satisfaite;
Et de ses sentiments la voix est l'interprète.
Que le ton à l'état se conforme toujours;
Sinon, petits et grands riront de nos discours.
Ne fesons point parler un héros en esclave,
Un esclave en héros, un poltron comme un brave;
Gardons-nous de confondre, écrivant au hasard,
Le jeune homme fougueux et le prudent vieillard,
La matrone aux grands airs, la nourrice attentive,
Et le sombre stoïque et le joyeux convive,
Le colon casanier, le marchand vagabond,
L'habitant de Corinthe, ou d'Argos, ou du Pont.
Suis les traditions; ou si, plus téméraire,
Tu prétends inventer un nouveau caractère,
Que tout y soit conçu dans de justes rapports.
Peins-nous, d'après Homère, Achille et ses transports:
Qu'il soit bouillant, superbe, impétueux, colère;

Toujours, bravant les lois, qu'au glaive il en réfère.
Montre Ixion perfide, Ajax audacieux,
Médée impitoyable, Oreste furieux,

Io fuyant Junon de rivage en rivage.

Produis-tu sur la scène un nouveau personnage,

Ton art jusques au bout saura le soutenir;

Tel il a commencé, tel il devra finir.
Mais sans original tirer une peinture
Du domaine commun de la riche nature,
C'est un hardi projet, un essai dangereux.
Puiser dans l'Iliade est bien moins hasardeux,
Que d'oser sur la scène, au risque des murmures,
Exposer le premier de nouvelles figures.
Veux-tu t'approprier un vulgaire sujet :
Au fond le plus banal imprimant ton cachet,
T'affranchissant du cercle où tourna ton modèle,
Ne va pas mot à mot, copiste trop fidèle,
Le suivre, l'imiter, et te jeter enfin,

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A ses pas attaché, dans un étroit chemin,
Une honteuse ornière, où sans retour l'engage
La pudeur d'un aveu, la loi de ton ouvrage.
Mais, en vrai charlatan, tout d'abord ne dis pas :
<< Je vais chanter Priam et ses fameux combats.
Qu'est-ce que ce bavard ouvrant sa large bouche?
La montagne en travail : et voilà qu'elle accouche....
D'une souris. Combien celui-là me plaît mieux,
Qui ne prend pas soudain ce vol ambitieux,
Qui, simple à son début, ne met pas tout en flamme.
Muse, dis le héros qui, vainqueur de Pergame,
Long-temps jouet du sort et de vents irrités,

«

«

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« Vit des peuples lointains les mœurs et les cités.
Au lieu de ce grand feu qu'étouffe la fumée,
Je vois d'une étincelle une flamme allumée.
Dans un fertile fonds les trésors enfouis
Bientôt vont éclater à nos yeux éblouis.
Quand, d'un art merveilleux, l'auteur nous développe
Antiphate, Scylla, Charybde et le Cyclope.

Sa muse ne prend point, tardive en son essor,
La guerre d'Ilion au berceau de Castor.
Chassant tout vain détail qui l'arrête et la gêne,
Rapide, droit au but elle vole, et m'entraîne.
Son génie éclairé sait connaître et choisir
Ce qu'il doit négliger, ce qu'il peut embellir,
Mêle le vrai, le faux, dispose, ordonne, assemble,
Et d'éléments divers forme un parfait ensemble.
Apprends, poète, apprends ce que le peuple et moi,
Pour nous intéresser, nous désirons de toi.
Si tu prétends fixer la foule impatiente,
Eveiller, soutenir, prolonger son attente
Jusqu'au temps où l'acteur par le salut final
Des applaudissements donnera le signal,
Peins naturellement dans tous les personnages
Les différentes mœurs propres aux divers âges.
L'enfant que vous voyez, plus ferme en ses accents,
Articuler des mots et leur donner un sens,

Qui d'un pas assuré marque déja la terre,
Court avec ses pareils s'ébattre, se distraire :
Sa facile colère éclate incessamment;

Il s'irrite, il s'apaise, il change en un moment.
Libre enfin du mentor qui gêna son enfance,
Aux jeux du Champ-de-Mars le jeune homme s'élance;
Les chiens et les chevaux plaisent à son ardeur;
Inhabile à prévoir, léger, dissipateur,
Rétif aux bons avis, souple et docile au vice,
Passionné, changeant, tout désir, tout caprice.
L'âge mûr, plus sensé, cherche des protecteurs,
Aspire à la fortune, au crédit, aux honneurs,
S'alarme d'un faux pas, frémit d'une imprudence.
Mille maux du vieillard assiégent l'existence.
Malheureux ! pour des jours qui vont s'évanouir
Il amasse, et s'abstient, et tremble de jouir;

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